miércoles, diciembre 14, 2005

Un día más (II)

Se dirigía a su pequeño despacho, situado al final del pasillo y compartido con cuatro administrativas más, cuando al pasar por el Despacho principal vio a unos operarios que estaban cambiando el rótulo de la puerta. Miró con curiosidad para saber cuál era el nombre del nuevo directivo y entonces con sorpresa leyó: “María Rodríguez, Jefa del Departamento de Compras”.
Menuda sorpresa , la nueva Jefa se llamaba exactamente como ella.
Su nombre era muy corriente, pero no tenía noticias de que se hubiese contratado a nadie más en aquella oficina ni de que aquel puesto estuviese vacante. Era extraño.
Quizás sus compañeras conocían a aquella María, les preguntaría enseguida. Siguió avanzando hacía su despacho.
Cuando tenía el pomo de la puerta entre las manos para entrar a su Departamento llegó el responsable de producción.
- María, menos mal que has llegado temprano. Hemos de discutir sobre los stocks de producto acabado. Vamos a tu Despacho.
Y, sin esperarla, entró al otro despacho. El del rótulo. El de la Jefa del Departamento de Compras.
Pensó que sería un error pero María empezaba a divertirse con aquella irreal situación.
Al fin y al cabo el mundo del espejo estaba empezando a resultar muy interesante.
Se sentó en aquella mesa. El responsable de producción empezó a mostrarle gráficas sobre el producto acabado.
De repente el corazón se le saltó del pecho.
Allí encima de la mesa había una foto de María muy sonriente, detrás de ella, abrazándola, estaba Luis.
Nunca se habían hecho una foto juntos.
Aquella foto indicaba que también el amor le sonreía al otro lado del espejo y que su relación con Luis no había muerto, adormecida por la distancia y la ausencia.
Tenía que llamar a Luis. Tenía que saber cómo era esta nueva relación.
Quizás al otro lado del espejo él la amaba.
Intentó dar por zanjada cuanto antes la reunión con el responsable de producción.
Quería quedarse sola. Temblorosa marcó las cifras del número de teléfono, esperó no haberse equivocado y que Luis no hubiese cambiado de número tras tanto tiempo.
- Sí, Dígame. Soy Luis.
Era su voz, hacía tantos días que no hablaban.
-Luis, disculpa, soy María…
No la dejó acabar la frase.
- María, cielo, ¿dónde estabas? Tengo ya los billetes. Esta noche estaré ahí. Tienes que hacer alguna reserva en algún restaurante bonito. Recuerda que hoy es nuestro aniversario. Un año ya que nos conocimos ¿recuerdas?
María estaba anonadada. Así pues, al otro lado del espejo cambiaban las cosas. Su vida funcionaba en todo lo que en la realidad fracasaba.
El día pasó rápido.
Volvió a casa contenta. En breve estaría Luis otra vez con ella. La besaría, la abrazaría, harían el amor. Todo sería como al principio.
En el trabajo había logrado triunfar y ascender. Se había reconocido su valía.
La vida empezaba a dar sus frutos.
Entró al baño y abrió el grifo de la bañera.
Se miraba en el espejo, mientras el agua caliente iba llenando lentamente la bañera y el cuarto se llenaba de vaho empañando el espejo.
María seguía absorta en sus pensamientos.
Se bañaría, se masajearía con body-milk y luego se perfumaría.
Quería estar deliciosamente sensual cuando volviera Luis
Quería que una vez más aspirara su aroma, impregnar su ser de aquella dulce sensación
Se emborracharía de él. Le amaría intensamente.
Entonces María llamó a María.
Había olvidado dónde estaba. María la del espejo la llamaba.
Quería volver al espejo.
María no quería escucharla.
- Déjame en paz. Soy feliz ahora. Tengo todo lo que deseaba.
María la del espejo insistía. No era esa su vida. No había luchado por esa vida.
Era la vida que quizás algún día podría tener si se esforzaba, si luchaba por ella, si dejaba su actitud tan pasiva frente a todos los problemas y angustias.
Pero debía volver a la vida real.
Aquella situación no le pertenecía. Podía negarse, pero cualquier noche, mientras estuviera durmiendo, María la del espejo volvería a su lugar, y entonces María tendría que regresar al otro lado del espejo, a su vida. Y ahora no soportaría volver, tras paladear la felicidad.
Empezó a llorar mientras la bañera iba llenándose de espuma. Arrodillada en el suelo, se acurrucó. No quería volver a la vida de antes. Su vida. Se sintió atenazada por la angustia de perder todo cuanto aquella mañana había saboreado. Al mismo tiempo supo que no iba a renunciar a ello. En su interior una pequeña chispa de esperanza se rebeló frente a todos los miedos que siempre la habían paralizado. Supo que podía lograrlo. Podía conseguirlo.
- Lucharé - dijo con solemnidad a María la del espejo, incorporándose y sintiendo en su interior que esa era su verdad y su propósito. Luchar. No importaba ya en qué lado del espejo estuviera porque ella era la única dueña de su vida y era capaz de cambiarla.
La imagen del espejo enmudeció y antes de difuminarse por completo, María pudo apreciar una sonrisa en aquel enigmático rostro. María la del espejo ya no estaba triste.
María volvió a mirar el despertador. Era muy tarde. No quería levantarse.
La radio volvió a sonar. No la apagó esta vez. Estaba muy cansada, había trasnochado mucho la noche anterior. Siempre le pasaba lo mismo, quedaba para tomar una copa con sus amigas y luego la conversación se prolongaba durante horas y horas.
Se levantó, estiró los brazos. Rayitos de sol se filtraban por la persiana.
Sonrió pensando que sería un buen día.
Abrió el armario, pensando qué ropa ponerse. Tenía que presentar, en una reunión, un proyecto a su Jefe Comercial. Mientras desayunaba pensó en darle una sorpresa a Luis.
Tras la reunión le llamaría para confirmarle la reserva de restaurante para la cena y seguir planeando aquel viaje que deseaban realizar en la inminente primavera.
Era su aniversario. Un año saliendo juntos.

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