sábado, mayo 13, 2006

Portazo a los recuerdos

Releer aquellas líneas escritas la entristeció.
Recordaba demasiadas cosas , demasiados momentos felices y demasiada tristeza arrastrada día a día en aquella relación que ya había terminado.
Pero no podía evitar sentirse muy triste aquella tarde.
Intento pensar en otras cosas, escuchaba música pero su mente una y otra vez volaba hacía todos los momentos, perdidos en los recuerdos.
Y recordaba sus ojos, sus palabras, sus abrazos.
Rememoraba escenas de pasión y escenas de adiós.
Tardes tranquilas compartidas mezcladas con escenas donde dejaban fluir su deseo, sin que nada más que ellos les importara en aquellos momentos.
Se habían querido tanto... Pensar en viejas palabras susurradas ahora le atenazaba el alma.
Era doloroso olvidar, imponerse a sí misma la obligación de pasar página pero no podía seguir anclada en aquella historia de vanas esperanzas, no querían las mismas cosas y él no quería luchar.
Aún asi, ella revivía aquella tarde muchas escenas olvidadas, solos o con otras personas.
Y recordaba aquella primera vez en que viéndola llorar él le dijo:
"- Eres lo más importante que me ha pasado en mi vida, en muchos años".
Todo había muerto, quizás estrangulado por su propio amor, incapaces de darse más.
Ya no habría más besos, ni más caricias. Ni más momentos solemnes en los que ella se abandonaría a satisfacer todos sus deseos y complacerle como jamás soñó desear complacer a ningún hombre.
Ya no volvería a estremecerse al sentir las manos de él rozando su piel, ni volvería a soñar en ese futuro que anhelaba, juntos los dos.
Su amor no había logrado vencer todos los obstáculos que arrasaron con su relación.
Ambos habían sufrido, y ella seguía deseando que quizás algún día él fuera capaz de vencer sus miedos y diera los pasos que ella esperaba para poder llegar a compartir su existencia.
Aquella mañana había estado leyendo viejos textos que un día escribió y la nostalgía y la pena embargaron su alma.
Era duro tener que renunciar a aquel amor que un día vivieron, era demasiado doloroso saber que todo había terminado. Tantos momentos felices que ahora estaban condenados al olvido.
Se abandonó al llanto, escuchó canciones que le recordaban momentos compartidos con él, y por un momento estuvo a punto de cancelar su cita para aquella tarde, iba a conocer a un hombre con quien llevaba unos días amistosamente charlando. No se sentía animada para acudir a ese encuentro.
Pero ya no había vuelta atrás en aquella historia.
No podía dejarse vencer por la pena, tenía que pasar página, arreglarse aquella tarde como nunca y dar un portazo a todos los recuerdos, porque él jamás iba ya a volver.

domingo, mayo 07, 2006

22 de mayo

Caía la tarde y tu boca se aproximó a mi boca, levemente rozaste mis labios y yo quise huir de tu beso.
No podía creer que estabas a mi lado, tras tanto tiempo.
Aquella mañana no sé porque, tuve un presentimiento de que ibas a estar en aquella comida de mi trabajo, había pasado más de medio año desde que te habías trasladado a tu nuevo puesto, en otra ciudad.
Aproveché la mañana festiva y me fui a mi boutique preferida, elegí un vestido de tirantes, en tonos rojo, negro y anaranjados tierra, era largo,de tejido fruncido pero ciñendose a mi cuerpo y perfilando mi silueta. Una camisola también larga,tipo hindú completaba el ajustado conjunto.
Supe que iba a verte aquella tarde.
No me preguntes porqué. Lo intuía. Te sabía acercándote de nuevo a mi vida.
Llegué con una amiga al restaurante, nos sentamos con otras compañeras y entonces una de ellas hizo el comentario de que habías venido a la comida.
Mi amiga me acompaño hasta la mesa donde estabas, sentado con los directivos de la empresa. Te levantaste en cuanto nos viste acercar, nos saludamos y besamos amigablemente y tu mano aferro mi hombro, podía sentir como tus dedos se clavaban en mi carne, como si no desearas perderme nunca más.
Tras los saludos de rigor y prometiéndonos vernos luego,nos dirigimos de nuevo a nuestros asientos.
Mi corazón palpitaba con fuerza durante toda la comida, fruto del nerviosismo por volver a verte y saber que esta vez algo podía suceder.
Ya no eras mi jefe, estabas en otra ciudad, y pensaba que había llegado el momento de dejar de actuar como una tímida niña asustada.
Tras la comida nos dirigimos al piso inferior donde una orquesta amenizaba la velada.
Y de nuevo te busque con mi mirada y pude verte allí de pie,en un extremo del salón, al lado de algunas de tus nuevas colaboradoras.
Me miraste sonriendo y me acerqué a ti.
Te pregunté si no bailabas y subiéndote un poco el bajo de tu pantalón me mostraste la venda que cubría tu tobillo. Tenías un esgüince, del que aún te estabas recuperando.
A partir de ese momento la magia nos invadió, apenas podía creer que me preguntarás si quería salir fuera, para hablar con tranquilidad, porque la música que tronaba a través de los altavoces no nos permitía entendernos bien.
Ambos nos mostrabamos felices y deseosos de contarnos nuestras cosas, tras tanto tiempo de separación.
Salí caminando delante de ti, sintiendo como tu mirada recorría mi cuerpo.
Cuando llegamos a la puerta de la calle elegí un lugar donde apoyarnos, en las inmediaciones del jardín que rodeaba el restaurante, y poder continuar conversando.
Llevábamos sendos vasos de bebida y brindamos por aquel reencuentro inesperado.
Hablamos de todo un poco, y la charla se fue convirtiendo en una confesión de íntimos pensamientos y sensaciones.
Me preguntaste si quería ir al cine por la noche, no recuerdo que película querías ver, yo te sugerí “Deep Impact”, siempre me han gustado las películas catastróficas y fantásticas.
Y fue entonces cuando tus labios se posaron en mis labios, y me besaste por primera vez, mientras un escalofrío recorría mi ser.
Después de aquel beso volví a tener uno de mis ataques de miedo y pánico, como cuando mi marido descubrió mi diario y se derrumbo llorando al saber que yo amaba a otro. En ese momento supe que no debía hacerlo, que no podía serle infiel.
Supongo que tu nunca entendiste porque me aleje de ti en aquellos días.
Ahora había pasado el tiempo, pero seguíamos casados. De nuevo me asaltaron los temores por el qué dirán, y quise escabullirme de aquella situación tanto tiempo deseada pero que temía porque sabía que no podía controlar mis sensaciones cuando estaba a tu lado.
Pero no fue necesario huir.
Nos descubrieron en nuestro pequeño escondite y se unieron a nosotros varías personas de la fiesta.
Tuvimos que seguir disimulando el resto de la tarde, dejando que nuestros ojos hablaran por nosotros, mientras hablabamos con el resto del grupo.
Insististe, sin que nadie pudiera oirte, antes de irme, en lo de ir al cine, pero con una absurda excusa denegué la invitación.
Era un veintidos de mayo, no volví a verte, aunque si hablamos después de aquello, alguna vez por teléfono y sigo preguntándome que hubiera sucedido aquella noche si hubiese sido capaz de ir contigo al cine.
Me diste otra oportunidad, en aquella cena de octubre a la que no acudí y ya no supe más de ti, dijiste que después del esfuerzo realizado para ir, tu decepción fue total al no encontrarme.Habías conducido trescientos kilómetros para nada.
Me contaron que te marchaste tras tomar café.
Núnca sabrás que renuncié a ir por miedo. Que me compré aquella tarde el video de "Titanic" y lloré durante toda la noche, sola en mi sofá, pensándote.
He vuelto a ir a alguna de esas comidas de mayo, pero perdí ya la ilusión de volverte a encontrar allí.
Y este año de nuevo el destino se confabula con mis sueños, y habrá una comida y fiesta el día veintidos.
No quiero hacerme ilusiones, aún no he decidido ir ¿Pero por que no creer en la magia?
Ahora soy libre y todo cuanto he aprendido en este tiempo, quizás es el camino que me ha conducido de nuevo a ti.
Porque sólo tu tienes la llave de mi futuro y puedes encerrar en el baúl del olvido todo lo que durante estos años he vivido, buscándote siempre en cada rostro, en cada voz…

martes, mayo 02, 2006

El paraguas roto

Llovía. Asomado a la ventana de mi despacho pude verla llegar caminando lentamente por la avenida y espere a que cruzará la calle por el paso de enfrente,como cada mañana.
Mi respiración empañaba los mojados cristales.
Sonreí levemente viendo sus esfuerzos por cobijarse de la lluvia bajo aquel traidor paraguas que de repente se dejo vencer por la fuerza del viento y se doblo.
Por fin el semáforo permitió su paso y aún pude ver, antes de que cruzará el umbral del portal del edificio, como echaba el paragüas roto a una papelera.
No sé si en algún momento miro hacía arriba y me vio tras el cristal, quise pensar que sí.
Volví a sentarme tras la mesa fingiendo leer los escritos que tenía preparados para firmar.
Y esta vez si vi como miro de reojo hacía mi despacho cuando caminaba por el pasillo central de la oficina.
Yo siempre tenía la puerta abierta, así podía vigilar mejor a mis empleados.
Pero ella era diferente.
Había llegado como un soplo de aire fresco a mi vida, para recordarme que aún era capaz de desear sentirme vivo.
Firmo un contrato de seis meses en el departamento de personal y llego a mi oficina.
Era una mañana cualquiera de enero.
Podía recordar la primera vez que la vi.
No fue allí, fue en septiembre, en unas pruebas selectivas para cubrir unas vacantes.
En uno de los descansos la descubrí en la cafetería del local.
Hablaba y sonreía con otras mujeres.
Y nuestras miradas se cruzaron varias veces.
Sucedió algo especial que nos unió por unos breves segundos.
Jugamos a rehuir las miradas y a buscarnos una y otra vez durante aquella tarde.
No volví a verla hasta que pasaron unos meses, ni siquiera sabía su nombre.
Y aquella mañana de enero se presento en mi despacho.
Sé que también me reconoció. Habían pasado cuatros meses desde la primera vez.
Y aquel invierno busque su cara cada mañana al entrar a la oficina.
Nuestras miradas siguieron cruzándose pero ninguno osaba traspasar la barrera del silencio.
Era su jefe, no podía romper mi imagen de hombre autoritario y severo y tampoco sabía como hubiese reaccionado ella si hubiese intentado acercarme más. Estaba en juego mi reputación.
Alguna vez intenté esperarla al salir pero ella sabiamente se escabullía sin mirar atrás.
Y también en alguna ocasión cuando ya no quedaba nadie en la oficina me acercaba hasta su mesa, me detenía a su lado mientras seguía leyendo ficticiamente algún documento pero ella jamás alzaba su vista hacía mi ni me miraba,pero podía ver como temblaba su cuerpo por mi proximidad.
Un invisible imán nos hacía sentirnos atraidos. Pero nada haciamos.
Alguna vez ella pareció insinuarse pero entonces era yo quien temía echar por la borda mi posición.Pensaba en mi trabajo y en mi familia y me sentía incapaz de involucrarme en una aventura de amor.
Y así fueron pasando los meses.
A veces como aquella mañana si llegaba y ella no estaba, me asomaba a mi ventana para verla llegar.
Los dos éramos unos cobardes, unos cobardes casados, sé que ella pensaba en mí y que yo vivía cada día y cada noche en sus fantasías y sueños.
Lo sé porque yo pensaba en ella cada minuto y cada segundo, pero me sentía atrapado entre lo que deseaba y lo que debía hacer.
Y así el tiempo se fue escurriendo lentamente, regalándonos de vez en cuando un guiño de esperanza que no supimos o quisimos atrapar.
Pude haberla tenido entre mis brazos pero preferí esperar que el tiempo me ayudara a olvidar aquel imposible.
Y los años han pasado muy lentamente desde que dejamos de vernos cada día, primero se traslado ella a otro departamento, después me marche yo a otra ciudad donde acepte un puesto de mayor responsabilidad.
No he podido olvidarla y he ido sumiéndome en esta dulce amargura de seguir sabiéndola mía aún sin tenerla, sin sentirla…
Y a veces, en algún día lluvioso como hoy, recuerdo a aquella mujer que luchaba en vano contra el viento y un paraguas y me imagino como podría haber sido todo si hubiésemos sabido luchar contra las inclemencias de nuestras vidas y hubiésemos apostado por sentirnos y probar la suerte de vivir juntos aquel amor…