miércoles, noviembre 01, 2006

Matando el amor

Y voy cerrando puertas, sin hacer ruido, sin ni siquiera dar un último vistazo a la habitación ni pensar en volver a cambiar la decoración.
Ya no muestro mi enfado ni si me contrarió. En silencio lentamente asumo la imposibilidad de continuar con lo que alguna vez fue un sueño que me permitió fantasear e imaginar con los tiempos que ahora sé que jamás llegaran.
Me voy callando, apago mi voz y nada digo cada vez que la decepción asalta con descaro mi existencia.
Ya no reclamo nada de lo que sé que jamás podrás darme, tampoco espero cambios, ni siquiera me aventuro a tener esperanzas, porque hace tiempo que las deje relegadas al olvido.
No sé si sigo siendo la que un día te amo, tampoco sé porque absurda y fielmente sigo embarcada en esta historia, quizás porque jamás tuve tan presente que esta llegando a su fín.
Vuelvo a sentarme a tu lado, hablamos sin hablar y nos decimos quizás en pensamientos lo que jamás pronunciaremos.
Sonreímos y charlamos de cualquier cosa menos de nosotros dos.
Todo parece fluir tranquilamente y sin embargo sé que soy victima de un desatino que hace ya demasiado tiempo inundo mi corazón.
A veces quiero volver a encontrar en tu mirada lo que una vez intuí que sentías pero ahora sé que ni siquiera eso era suficiente para los dos.
Y así, muy despacio vamos dejando que muera lo que un día llamamos amor.

jueves, septiembre 07, 2006

Él la dejó marchar...

Habían transcurrido varias semanas desde la última vez que habían estado juntos, una mañana de grises reproches y nubes de tristeza.
Ambos habían reflexionado en aquellos días, necesitaban verse pero sabían que no podían seguir juntos porque deseaban cosas diferentes y ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder ni a claudicar en sus sueños.
Ella deseaba vivir junto al hombre que amaba y dejar que la vida les regalara de miles de momentos de pasión, de cariño, de ternura, compartiendo éxitos y fracasos y afrontando juntos cualquier problema o circunstancia sabiéndose el uno del otro, comprometidos en aquel amor que sacudía su existencia.
Él deseaba estabilizarse en su trabajo, no quería renunciar a ningún puesto que le pudieran ofertar, aunque implicara desplazamiento o traslado a otra ciudad y pensaba que la mujer supondría una atadura y un freno a su carrera profesional, suponía que si se iba a otro lugar llegaría a olvidarla, a no necesitarla y por eso no quería ningún compromiso firme con ella, pensando que era incompatible realizarse profesionalmente con el amor que sentía hacía aquella mujer.
Ella se cansó de esperar que el hombre se diera cuenta que lo más importante era el amor, y que después todo se podría solucionar de algún modo si estaban juntos, porque no importarían distancias si existía verdadero amor y compromiso.
Y él decidió renunciar a la mujer.
Aquella tarde se vieron por última vez, ambos sabían que era el final y sin embargo necesitaban sentirse una vez más, se abrazaron, se besaron y ambos desearon con toda su alma hacer el amor por última vez.
El dolor de la separación sacudía sus corazones, las lágrimas de ella por el adiós se intercalaban con las marcas de dolor que él él iba desgranando en su piel,por última vez...Deseando exorcizar así los fallos de ambos, y en el pensamiento de ella tan sólo una pregunta : "¿Por qué no puede ser?"
Ella no deseaba que se detuviera, porque sabía que era la última vez, y hubiese podido morir en aquel instante y nada habría reclamado, no se habría quejado, ya nada le importaba...
Después hicieron el amor por última vez.
Se abrazaban deseando fundirse el uno con el otro, encontrarse en aquella sinrazón de la separación, se sintieron como nunca, se perdieron en aquel laberinto de amor y deseo que les conducía hacía el fin, entre súspiros y caricias, amor y dolor, dolor en el alma, placer en la piel...
Visitarón el paraíso y supieron que había llegado el final, sellado con besos…
Él lloró al separarse de ella, ella le abrazó, no podía soportar verle triste y tenía que intentar no dejarse ya vencer por su propia tristeza. Sabía que no había vuelta atrás y que él estaba renunciando aquella tarde a su amor, tenía que ser fuerte.
Después aún tumbados sobre la cama charlaron un rato.
Él hablo de que tenían que conocer a otras personas, reflexionar, vivir, que era quizás sólo un hasta luego y no un adiós, que deseaba que ella fuera feliz y estuviera bien, mientras sus ojos enrojecidos gritaban cuanto la quería.
Ella siguió apresando sus lágrimas. No quería que él la viera llorar, quería que él se sintiera bien y la sintiera tranquila y resignada. No existía en ella arrepentimiento alguno por haber hecho el amor con él sabiendo que era el final.
El amor no era suficiente, no había sido suficiente, y ambos lo sabían, no parecía haber ya vuelta atrás en aquella dolorosa ruptura que ambos asumían.
Tras vestirse ella se marchó, él no pudo acompañarla hasta la calle, ella se despidió con una sonrisa y entró en el ascensor.
Se derrumbó cuando estuvo ya en la calle, sentada en su coche las lágrimas azotaron sus mejillas. Y fue entonces cuando supo que se le había roto el corazón, cómo él había querido le dejaba marcas en la piel y en el corazón.
Todo había terminado, se amaban como a nada en el mundo, pero él la dejó marchar…

domingo, agosto 20, 2006

Danza amor, danza conmigo...

Danza amor conmigo al son de viejos recuerdos
Déjate llevar por la música de esa vieja canción, y danza, da vueltas conmigo en esta plaza.
No hay nadie más, sólo tú y yo. Cierra los ojos.
Tengo frío, abrázame, arrópame con tu cuerpo, déjame que respiré una vez más tu perfume, empápate de mí.
Imagina ahora todo lo que no pudo ser entre nosotros, piensa por unos instantes en el futuro que no tendremos y vaga por sus calles cogido de mi mano.
Danza mientras besas mi pelo en silencio como aquella vez, deja que tus labios busquen mi cuello, adorméceme a besos, apura esta hora mágica en la que la muerte no puede mantenerte lejos de mí.
Danza conmigo, siénteme, no quiero abrir los ojos, quiero que este momento sea eterno.
Danza. Porqué sé que el amanecer te volverá a alejar de mis sueños.
Ha pasado demasiado tiempo, no tengo frío, no estoy en la plaza dando vueltas.
Tampoco estoy abrazada a ti. Tú tampoco existes ya.
Cierro los ojos y sigo bailando, envolviéndome de las caricias que buscaré, de las ilusiones que inventaré, de los besos que regalaré, siempre en tu nombre.
No importa donde estoy ahora, no importa donde estés, danza, yo también danzaré porque sólo puedes vivir en mi locura…

sábado, julio 01, 2006

La oportunidad perdida

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que la vio. Demasiados meses de ausencia, de añoranza, de recuerdos perdidos.
Había intentando seguir con su vida tras decirle ella adiós, pero nada era ya lo mismo. Echaba de menos cada minuto compartido con ella, pero sabía o creía saber que todo había terminado.
Asumió su renuncia, prefirió perderla. Fue cobarde, no quiso luchar por aquel amor y temió perderse en aquel laberinto de sentimientos sin retorno que ella le había descubierto.
Pero la amaba, la amaba tanto…
En las noches sin luna buscaba alguna estrella en el cielo para pensar que su amada también le recordaba mirando la misma estrella.
Y cuando la luna brillaba recordaba aquellas lejanas noches en las que ella mientras se abrazaba a él, susurraba deseos a la diosa, sin que él lograra jamás escucharla.
Tuvo miedo, tanto miedo por perder su acomodada vida que prefirió huir de su presencia, rehuir los encuentros y convencerse a si mismo de que así lograría olvidarla.
Pero no pudo. Cada vez soportaba menos los minutos inexorables que le recordaban lo vacío de su matrimonio, perdió las ganas de sonreír y su vida cada vez más le parecía una enorme broma que se burlaba de si mismo.
Todo empezó a perder sentido cuando una noche se despertó añorándola infinitamente y deseando luchar por recuperarla.
De vez en cuando habían hablado por teléfono y ella parecía haber rehecho su vida con otro hombre.
Pero seguía soñando con ella, y sabía cuando ella pensaba en él. No podía explicar porqué pero intuía cuando ella le extrañaba o necesitaba.
Había intentado varias veces lograr un nuevo encuentro pero ella siempre se mantenía reacia, quizás seguía temiendo volver a sufrir por ese amor que no podía ser.
Por eso aquella tarde cuando siguiendo un impulso la llamó, no pudo creer que ella aceptara comer con él al día siguiente.
Cansada ella también de su farsa de relación había decidido soltar las riendas que la ataban a una relación moribunda.
No había nada malo en reencontrarse dos viejos amigos…
De nuevo pudo verse reflejado en aquellos sinceros ojos que un día le miraron con tanto amor.
Y supo que esta vez sí, que esta vez iba a arriesgar todo por ella. No quería volverse a arrepentir por haber tomado la decisión equivocada.
Tan sólo necesitaba saber que sentía ella para lanzarse al vacío y dejarse arropar por un infinito de nubes de amor que recompensarían todo el sufrimiento de la ausencia.
Dos amantes de nuevo se reencontraron, se besaron y ambos comprendieron que no habían podido olvidarse en todo aquel tiempo, que no había sido perdido, porque ambos habían aprendido a valorar lo que un día surgió, casi sin querer, no siempre vuelve la oportunidad perdida…

viernes, junio 23, 2006

Cuento para la Noche Magica de San Juan

La playa de las estrellas

Aquella noche la inmensa luna brillaba con especial fulgor sobre el mar, bañando con besos plateados las olas y meciendo el silencio con murmullos de viento.
Arrullados en la arena unos amantes daban la espalda al mundo envueltos en su universo de besos y caricias, y esperaban a que el reloj marcara las doce para prolongar aquel tiempo de pasión dentro del agua.
Era la noche de San Juan y habían logrado llegar por un angosto camino a la desértica playa que durante los días anteriores habían estado buscando, sumergiéndose en planos virtuales y fotos de internet, y preguntando a los vecinos del pueblo costero donde habían pasado unos días de descanso.
Sus breves vacaciones en la isla iban a tener aquel especial colofón compartiendo la mágica noche en la playa de la Estrella.
Las viejas leyendas del lugar hablaban de ese solitario rincón donde reinaba la naturaleza salvajemente y se podía dialogar con el universo sabiendo que los deseos eran concedidos.
Y en aquella noche de inicios de verano habían deseado probar su suerte y saber si había algo de verdad en los viejos cuentos que algunos isleños les habían contado.
Tenían tantos deseos por formular que no dudaron en encaminarse hacia esa playa.
Era necesario recorrer durante varios kilómetros los bordes de los acantilados para poder acceder al sendero que conducía a la playa.
Habían aparcado su coche y habían proseguido su viaje, cargando con la cesta que contenía la cena y con las toallas. Tuvieron que llegar hasta el final de las rocas del desfiladero, para lograr pasar a través de una abertura en la piedra y acceder al idílico paraje.
Ante ellos la playa de las Estrellas les mostraba todo su encanto y esplendor convirtiéndose en un improvisado paraíso para su amor.
No había nadie más en la playa. Sonrieron los dos, cómplices en sus pensamientos.
Se tumbaron en la blanca arena, improvisada cama donde retozar, y Él la desnudó lentamente, deslizando su lengua al compás de aquel libre recorrido por su piel.
Ella, estremecida de gozo, se dejaba hacer y le despojaba a Él, a su vez, delicadamente, de su ropa.
Sus ojos se decían todas las palabras que los labios acallaban mientras se fundían en un solo ser.
Sonó la alarma del móvil marcando las doce. Se levantaron. Desnudos y cogidos de la mano se dirigieron hacia las calmadas aguas del mar que parecía esperarles tendiéndoles sus olas, como una danzante alfombra que acurrucaba sus pasos.
Siete olas bañaron sus pies y formularon al unísono su deseo.
En la arena quedó la cesta con los bocadillos para la cena y las toallas que jamás desplegaron aquellos amantes.
El escenario quedó vacío de actores. Dos nuevas estrellas en el firmamento brillaban con enigmático esplendor. A su alrededor las otras estrellas las estrechaban con su luz.
Su deseo había sido concedido, su amor sin fin quedó suspendido en el cielo para toda la eternidad.

viernes, junio 02, 2006

"Ya no te quiero"

- Ya no te quiero – dijo ella.
La miró intentando buscar una huella de mentira en sus labios, una sombra de tristeza en su mirada, un atisbo de nervios que la pudiera delatar. Pero su belleza serena tan sólo transmitía firmeza.
Era cierto. Había sucedido. Estaba diciendo la verdad. Le estaba diciendo que todo había terminado.
Y esta vez era para siempre.
Él quiso rescatar del baúl de bellos recuerdos los momentos mágicos que habían compartido, en un vano intento de prolongar lo que ya había terminado, pensando que quizás aún no era tarde para los dos.
De repente se vio inmerso en el vértigo de la realidad , sin poder detener la espiral de desamor que parecía sumirle en un torbellino de emociones contradictorias.
La amaba. Y ella había dejado de quererle. La había perdido. Y la necesitaba. Más que nunca.
Ahora lo sabía, lo sentía, la quería.
Una rápida secuencia de instantes felices transcurrió en su mente. Era imposible para él aceptar que no había ya vuelta atrás, que ninguno de aquellos dulces segundos volverían a repetirse.
Cuatro palabras y una relación que en un segundo moría.
No podía aceptar que era el fin. No quería que fuese el fin.
Intentó recordar todas las veces que ella dulcemente se había quejado, todas las ocasiones en que ella había reclamado, insistido, y le había pedido más.
Había perdido infinitas oportunidades para haber evitado el final de su historia. Él se preguntó en aquel preciso instante porque no había reaccionado, porque no le había demostrado que su amor era real, porque no había sabido alimentar su pasión.
Se odió a si mismo por haberse acomodado en tan egoísta postura. Por no haber sido capaz de comprender antes que el amor es un regalo que la vida nos da y también nos arrebata, sin avisar.
Quizás siempre pensó que la poseía para siempre, que simplemente sus protestas y quejas eran después enfados que dejaban paso a deliciosas reconciliaciones. Pensó que ella jamás dejaría de amarle.
Se equivocó.
Ciego y sordo a la realidad, había desgastado el límite de su paciencia, había destruido su mundo de sueños y había sido incapaz de apostar por los dos.
Él quiso entonces prometerle todo lo que durante meses había sido incapaz de dar.
Ella ya nada podía hacer, ya no le creía, desencantada y decepcionada, ya tan sólo le quedaba despedirse.
Él ya no estaba en su pequeño universo de sueños, y su alma necesitaba recuperar toda la vida que había perdido a su lado.

Lo siento, ya no te quiero – repitió ella antes de darse media vuelta y dejarle allí, solo, hundido en su absurda cobardía, echando ya de menos su piel, sus besos, sus caricias y todos los momentos perdidos por su desidia.

sábado, mayo 13, 2006

Portazo a los recuerdos

Releer aquellas líneas escritas la entristeció.
Recordaba demasiadas cosas , demasiados momentos felices y demasiada tristeza arrastrada día a día en aquella relación que ya había terminado.
Pero no podía evitar sentirse muy triste aquella tarde.
Intento pensar en otras cosas, escuchaba música pero su mente una y otra vez volaba hacía todos los momentos, perdidos en los recuerdos.
Y recordaba sus ojos, sus palabras, sus abrazos.
Rememoraba escenas de pasión y escenas de adiós.
Tardes tranquilas compartidas mezcladas con escenas donde dejaban fluir su deseo, sin que nada más que ellos les importara en aquellos momentos.
Se habían querido tanto... Pensar en viejas palabras susurradas ahora le atenazaba el alma.
Era doloroso olvidar, imponerse a sí misma la obligación de pasar página pero no podía seguir anclada en aquella historia de vanas esperanzas, no querían las mismas cosas y él no quería luchar.
Aún asi, ella revivía aquella tarde muchas escenas olvidadas, solos o con otras personas.
Y recordaba aquella primera vez en que viéndola llorar él le dijo:
"- Eres lo más importante que me ha pasado en mi vida, en muchos años".
Todo había muerto, quizás estrangulado por su propio amor, incapaces de darse más.
Ya no habría más besos, ni más caricias. Ni más momentos solemnes en los que ella se abandonaría a satisfacer todos sus deseos y complacerle como jamás soñó desear complacer a ningún hombre.
Ya no volvería a estremecerse al sentir las manos de él rozando su piel, ni volvería a soñar en ese futuro que anhelaba, juntos los dos.
Su amor no había logrado vencer todos los obstáculos que arrasaron con su relación.
Ambos habían sufrido, y ella seguía deseando que quizás algún día él fuera capaz de vencer sus miedos y diera los pasos que ella esperaba para poder llegar a compartir su existencia.
Aquella mañana había estado leyendo viejos textos que un día escribió y la nostalgía y la pena embargaron su alma.
Era duro tener que renunciar a aquel amor que un día vivieron, era demasiado doloroso saber que todo había terminado. Tantos momentos felices que ahora estaban condenados al olvido.
Se abandonó al llanto, escuchó canciones que le recordaban momentos compartidos con él, y por un momento estuvo a punto de cancelar su cita para aquella tarde, iba a conocer a un hombre con quien llevaba unos días amistosamente charlando. No se sentía animada para acudir a ese encuentro.
Pero ya no había vuelta atrás en aquella historia.
No podía dejarse vencer por la pena, tenía que pasar página, arreglarse aquella tarde como nunca y dar un portazo a todos los recuerdos, porque él jamás iba ya a volver.

domingo, mayo 07, 2006

22 de mayo

Caía la tarde y tu boca se aproximó a mi boca, levemente rozaste mis labios y yo quise huir de tu beso.
No podía creer que estabas a mi lado, tras tanto tiempo.
Aquella mañana no sé porque, tuve un presentimiento de que ibas a estar en aquella comida de mi trabajo, había pasado más de medio año desde que te habías trasladado a tu nuevo puesto, en otra ciudad.
Aproveché la mañana festiva y me fui a mi boutique preferida, elegí un vestido de tirantes, en tonos rojo, negro y anaranjados tierra, era largo,de tejido fruncido pero ciñendose a mi cuerpo y perfilando mi silueta. Una camisola también larga,tipo hindú completaba el ajustado conjunto.
Supe que iba a verte aquella tarde.
No me preguntes porqué. Lo intuía. Te sabía acercándote de nuevo a mi vida.
Llegué con una amiga al restaurante, nos sentamos con otras compañeras y entonces una de ellas hizo el comentario de que habías venido a la comida.
Mi amiga me acompaño hasta la mesa donde estabas, sentado con los directivos de la empresa. Te levantaste en cuanto nos viste acercar, nos saludamos y besamos amigablemente y tu mano aferro mi hombro, podía sentir como tus dedos se clavaban en mi carne, como si no desearas perderme nunca más.
Tras los saludos de rigor y prometiéndonos vernos luego,nos dirigimos de nuevo a nuestros asientos.
Mi corazón palpitaba con fuerza durante toda la comida, fruto del nerviosismo por volver a verte y saber que esta vez algo podía suceder.
Ya no eras mi jefe, estabas en otra ciudad, y pensaba que había llegado el momento de dejar de actuar como una tímida niña asustada.
Tras la comida nos dirigimos al piso inferior donde una orquesta amenizaba la velada.
Y de nuevo te busque con mi mirada y pude verte allí de pie,en un extremo del salón, al lado de algunas de tus nuevas colaboradoras.
Me miraste sonriendo y me acerqué a ti.
Te pregunté si no bailabas y subiéndote un poco el bajo de tu pantalón me mostraste la venda que cubría tu tobillo. Tenías un esgüince, del que aún te estabas recuperando.
A partir de ese momento la magia nos invadió, apenas podía creer que me preguntarás si quería salir fuera, para hablar con tranquilidad, porque la música que tronaba a través de los altavoces no nos permitía entendernos bien.
Ambos nos mostrabamos felices y deseosos de contarnos nuestras cosas, tras tanto tiempo de separación.
Salí caminando delante de ti, sintiendo como tu mirada recorría mi cuerpo.
Cuando llegamos a la puerta de la calle elegí un lugar donde apoyarnos, en las inmediaciones del jardín que rodeaba el restaurante, y poder continuar conversando.
Llevábamos sendos vasos de bebida y brindamos por aquel reencuentro inesperado.
Hablamos de todo un poco, y la charla se fue convirtiendo en una confesión de íntimos pensamientos y sensaciones.
Me preguntaste si quería ir al cine por la noche, no recuerdo que película querías ver, yo te sugerí “Deep Impact”, siempre me han gustado las películas catastróficas y fantásticas.
Y fue entonces cuando tus labios se posaron en mis labios, y me besaste por primera vez, mientras un escalofrío recorría mi ser.
Después de aquel beso volví a tener uno de mis ataques de miedo y pánico, como cuando mi marido descubrió mi diario y se derrumbo llorando al saber que yo amaba a otro. En ese momento supe que no debía hacerlo, que no podía serle infiel.
Supongo que tu nunca entendiste porque me aleje de ti en aquellos días.
Ahora había pasado el tiempo, pero seguíamos casados. De nuevo me asaltaron los temores por el qué dirán, y quise escabullirme de aquella situación tanto tiempo deseada pero que temía porque sabía que no podía controlar mis sensaciones cuando estaba a tu lado.
Pero no fue necesario huir.
Nos descubrieron en nuestro pequeño escondite y se unieron a nosotros varías personas de la fiesta.
Tuvimos que seguir disimulando el resto de la tarde, dejando que nuestros ojos hablaran por nosotros, mientras hablabamos con el resto del grupo.
Insististe, sin que nadie pudiera oirte, antes de irme, en lo de ir al cine, pero con una absurda excusa denegué la invitación.
Era un veintidos de mayo, no volví a verte, aunque si hablamos después de aquello, alguna vez por teléfono y sigo preguntándome que hubiera sucedido aquella noche si hubiese sido capaz de ir contigo al cine.
Me diste otra oportunidad, en aquella cena de octubre a la que no acudí y ya no supe más de ti, dijiste que después del esfuerzo realizado para ir, tu decepción fue total al no encontrarme.Habías conducido trescientos kilómetros para nada.
Me contaron que te marchaste tras tomar café.
Núnca sabrás que renuncié a ir por miedo. Que me compré aquella tarde el video de "Titanic" y lloré durante toda la noche, sola en mi sofá, pensándote.
He vuelto a ir a alguna de esas comidas de mayo, pero perdí ya la ilusión de volverte a encontrar allí.
Y este año de nuevo el destino se confabula con mis sueños, y habrá una comida y fiesta el día veintidos.
No quiero hacerme ilusiones, aún no he decidido ir ¿Pero por que no creer en la magia?
Ahora soy libre y todo cuanto he aprendido en este tiempo, quizás es el camino que me ha conducido de nuevo a ti.
Porque sólo tu tienes la llave de mi futuro y puedes encerrar en el baúl del olvido todo lo que durante estos años he vivido, buscándote siempre en cada rostro, en cada voz…

martes, mayo 02, 2006

El paraguas roto

Llovía. Asomado a la ventana de mi despacho pude verla llegar caminando lentamente por la avenida y espere a que cruzará la calle por el paso de enfrente,como cada mañana.
Mi respiración empañaba los mojados cristales.
Sonreí levemente viendo sus esfuerzos por cobijarse de la lluvia bajo aquel traidor paraguas que de repente se dejo vencer por la fuerza del viento y se doblo.
Por fin el semáforo permitió su paso y aún pude ver, antes de que cruzará el umbral del portal del edificio, como echaba el paragüas roto a una papelera.
No sé si en algún momento miro hacía arriba y me vio tras el cristal, quise pensar que sí.
Volví a sentarme tras la mesa fingiendo leer los escritos que tenía preparados para firmar.
Y esta vez si vi como miro de reojo hacía mi despacho cuando caminaba por el pasillo central de la oficina.
Yo siempre tenía la puerta abierta, así podía vigilar mejor a mis empleados.
Pero ella era diferente.
Había llegado como un soplo de aire fresco a mi vida, para recordarme que aún era capaz de desear sentirme vivo.
Firmo un contrato de seis meses en el departamento de personal y llego a mi oficina.
Era una mañana cualquiera de enero.
Podía recordar la primera vez que la vi.
No fue allí, fue en septiembre, en unas pruebas selectivas para cubrir unas vacantes.
En uno de los descansos la descubrí en la cafetería del local.
Hablaba y sonreía con otras mujeres.
Y nuestras miradas se cruzaron varias veces.
Sucedió algo especial que nos unió por unos breves segundos.
Jugamos a rehuir las miradas y a buscarnos una y otra vez durante aquella tarde.
No volví a verla hasta que pasaron unos meses, ni siquiera sabía su nombre.
Y aquella mañana de enero se presento en mi despacho.
Sé que también me reconoció. Habían pasado cuatros meses desde la primera vez.
Y aquel invierno busque su cara cada mañana al entrar a la oficina.
Nuestras miradas siguieron cruzándose pero ninguno osaba traspasar la barrera del silencio.
Era su jefe, no podía romper mi imagen de hombre autoritario y severo y tampoco sabía como hubiese reaccionado ella si hubiese intentado acercarme más. Estaba en juego mi reputación.
Alguna vez intenté esperarla al salir pero ella sabiamente se escabullía sin mirar atrás.
Y también en alguna ocasión cuando ya no quedaba nadie en la oficina me acercaba hasta su mesa, me detenía a su lado mientras seguía leyendo ficticiamente algún documento pero ella jamás alzaba su vista hacía mi ni me miraba,pero podía ver como temblaba su cuerpo por mi proximidad.
Un invisible imán nos hacía sentirnos atraidos. Pero nada haciamos.
Alguna vez ella pareció insinuarse pero entonces era yo quien temía echar por la borda mi posición.Pensaba en mi trabajo y en mi familia y me sentía incapaz de involucrarme en una aventura de amor.
Y así fueron pasando los meses.
A veces como aquella mañana si llegaba y ella no estaba, me asomaba a mi ventana para verla llegar.
Los dos éramos unos cobardes, unos cobardes casados, sé que ella pensaba en mí y que yo vivía cada día y cada noche en sus fantasías y sueños.
Lo sé porque yo pensaba en ella cada minuto y cada segundo, pero me sentía atrapado entre lo que deseaba y lo que debía hacer.
Y así el tiempo se fue escurriendo lentamente, regalándonos de vez en cuando un guiño de esperanza que no supimos o quisimos atrapar.
Pude haberla tenido entre mis brazos pero preferí esperar que el tiempo me ayudara a olvidar aquel imposible.
Y los años han pasado muy lentamente desde que dejamos de vernos cada día, primero se traslado ella a otro departamento, después me marche yo a otra ciudad donde acepte un puesto de mayor responsabilidad.
No he podido olvidarla y he ido sumiéndome en esta dulce amargura de seguir sabiéndola mía aún sin tenerla, sin sentirla…
Y a veces, en algún día lluvioso como hoy, recuerdo a aquella mujer que luchaba en vano contra el viento y un paraguas y me imagino como podría haber sido todo si hubiésemos sabido luchar contra las inclemencias de nuestras vidas y hubiésemos apostado por sentirnos y probar la suerte de vivir juntos aquel amor…

lunes, abril 10, 2006

Ella tiritaba de frío aquella noche...

Ella tiritaba de frío aquella noche.
Mis manos recorrían con tibieza su espalda, con ondulantes y lentos pasos mis dedos apartaron la ropa que me separaba del tacto de su piel.
Se estremeció, ya no supe sí de frío o de deseo.
Yo tan sólo pensaba en besarla. En hundir mi lengua en su boca y jugar a ser el cazador cazado, mordisqueando con dulce furia sus anhelados labios.
Ya no me importaba el frío de aquel parque, tampoco me importaba sentir como ella tiritaba cobijada bajos mis brazos. Su cabeza se apoyaba a veces en mi hombro, durante escasos segundos para recuperar el aliento que mis besos le robaban.
Y volvíamos a besarnos, a abrazarnos, a fundirnos en un solo ser.
Nada más importaba aquella noche que sentirnos el uno al otro.
Porque sabíamos que aquella era nuestra última y única noche.
El tiempo era el verdugo de nuestra pasión y nos robaba sin ningún escrúpulo nuestro amor. Aquel amor que había nacido al atardecer y moriría sin remisión al amanecer del nuevo día.
Principio y fin entrelazados en una corta historia de injusticia.
Conocerla y saber que vivía a kilómetros de mí.
Amarla con la desesperación de quien presiente la inexorable partida.
Anunciado adiós que la noche nos ocultaba.
Ella tiritaba de frío aquella noche.
Sus ojos brillaban con lluvia de estrellas. Lágrimas que yo no deseaba ver.
Lágrimas que ella no quería mostrarme. Triste preludio del adiós.
Quizás por eso se dio la vuelta y me abrace a ella como si mi vida le perteneciera para siempre y no pudiera ya jamás apartarme de su lado.
El perfume de su pelo, su deliciosa nuca, su cuello…
Quise beber su olor. Cerré los ojos pensando que no deseaba perderla.
Al menos, quería conservar en mi recuerdo siempre aquel abrazo.
Ella se apoyaba en mi e inclinaba su cabeza, dejándose vencer por el cadencioso ritmo que mis manos marcaban en sus senos.
Acariciaba, estrujaba, deseaba poseer su cuerpo, navegar sin rumbo en su piel...
Y ya no había tiempo.
Ella se dio de nuevo la vuelta, pude ver sus ojos vidriosos y su cara anegada con el agua derramada por la pena.
Sus lágrimas empaparon mis mejillas mientras nos besábamos sin cerrar los ojos.
Intentábamos capturar cada instante.
Tras aquel beso infinito no quisimos mirarnos más. En el cielo la luna nos espiaba.
Y prometimos acordarnos siempre el uno del otro cada vez que viésemos la luna.
No importaba la distancia, no importaba el lugar donde estuviésemos, nos amaríamos siempre.
Adolescentes promesas que quedaron bajo aquel árbol, en aquel parque.
Su autobús partió a la mañana siguiente.
Ella no pudo verme, me agazapé entre los coches y pude verla por última vez.
Sé que penso en mí en aquel momento, y que dejo un trozo de su corazón en este pueblo.
Lo sé porque se marchaba triste. Pude ver su cara pensativa tras aquel cristal.
Hubo cartas, hubo llamadas telefónicas. Y hubo más promesas.
Hasta que el tiempo borro poco a poco nuestros planes de reencuentro.
Y todavía hoy, tras tantos años, puedo recordar cada vez que paso por este parque y veo nuestro árbol como ella tiritaba de frío aquella noche, puedo sentir en mi piel su cuerpo estremecido, y como sus lágrimas calaban en mi alma.

miércoles, marzo 22, 2006

Ella cree en la magia...

Ella sin saber porqué, se sentía muy cansada de la relación que desde hace más de un año mantenía con aquel hombre que inesperadamente había llegado a su vida y había absorbido todo su tiempo.

A veces creía sentirse enamorada, otras veces dudaba de sus sentimientos y se cuestionaba que futuro había entre ellos. Temía la respuesta y jamás le formulaba esa pregunta. Al menos no de un modo directo. Pensaba que tampoco existían motivos para no seguir con aquella relación.Y sabía que ella tampoco tenía respuesta.

Los días seguían pasando lentamente y aunque en alguna ocasión ella abordo el tema sobre sus planes futuros en común, él siempre tenía las palabras justas para embaucarla y con ambigüedades eludir la realidad.

Su relación como pareja no parecía definida y se debatía entre lo que ella ansiaba realmente y lo que aquel hombre le ofrecía.

Y sin planes, sus ilusiones iban desapareciendo día trás día, envueltas en la monótonia.

Necesito cambios, necesito que sucediera algo porque a aquel ritmo aquella relación podría durar indefinidamente y sin embargo, ella sabia que fallaba algo, aunque no lograba poner nombre a esas carencias que sentía.

Y entró una mañana a aquella tienda de artículos esotéricos. Tras pasear mirando el genero expuesto en las estanterias compró un velón Abre-caminos que encendió aquella misma noche.
Y en apenas unos días todo empezó a cambiar.

Al hombre le ofrecieron un trabajo en una ciudad bastante alejada, y ni se planteó renunciar a dicha oferta, no supo responderle sobre que sucedería entre ellos cuando viviera en la otra ciudad y así fue como ella pudo quitarse esa venda de los ojos que durante tantos meses había mantenido, y sentir que en realidad nada le unía a ese hombre salvo una relación meramente sexual en la que cómodamente él se había instalado.

Lo que sucedió después es que al hombre no le fraguo ese trabajo y cuando se vio solo de nuevo en la ciudad uso todo su poder de embaucamiento para volver a atraerla hacía él. Y ella que durante aquellos días tras la ruptura se había sentido hundida y estaba empezando a renacer sola, pensó que tenía que darle esa nueva oportunidad.Qué él parecia realmente arrepentido y seguro de lo que sentía por ella.
Penso que su relación, que tan bella en algún momento fue, se merecía volverlo a intentar. No quiso pararse a pensar que queria ella. Y se equivocó.

Porque con aquella decepción el desencanto había borrado en su corazón todo rastro de enamoramiento. Si es que alguna vez existió.

Ya no le adoraba, ya no sentía nada por él, salvo cariño, pero se obligo a si misma a continuar con la relación y luchar como jamás había luchado por nadie. Quiso demostrarse que no era una veleta, que era capaz de tener paciencia aunque cada vez el hombre le parecía más inmaduro,egoísta, infantil y sin personalidad.

Agotó hasta la última gota el vaso de aquella oportunidad hasta que empezó a sentirse cada vez más desilusionada, muerta, vacía…,y tuvo la suficiente fuerza para dejarle y salir de su vida antes de sentirse infinitamente inmersa en el hastío.

Esta mañana ella volverá a la tienda de artículos esotéricos, comprará otro velón para encenderlo esta noche y esperará pacientemente a que los nuevos aires del cambio sigan zarandeando su vida.

Ella cree en la magia y se abandonará sin resistencia a cuanto la vida a partir de ahora le regale, porque el sol de primavera brilla por fin en su corazón y ella desea que todo el pasado desaparezca y que el futuro empiece a inundar su presente, muriendo para siempre el tedio, la rutina, el aburrimiento...