domingo, mayo 07, 2006

22 de mayo

Caía la tarde y tu boca se aproximó a mi boca, levemente rozaste mis labios y yo quise huir de tu beso.
No podía creer que estabas a mi lado, tras tanto tiempo.
Aquella mañana no sé porque, tuve un presentimiento de que ibas a estar en aquella comida de mi trabajo, había pasado más de medio año desde que te habías trasladado a tu nuevo puesto, en otra ciudad.
Aproveché la mañana festiva y me fui a mi boutique preferida, elegí un vestido de tirantes, en tonos rojo, negro y anaranjados tierra, era largo,de tejido fruncido pero ciñendose a mi cuerpo y perfilando mi silueta. Una camisola también larga,tipo hindú completaba el ajustado conjunto.
Supe que iba a verte aquella tarde.
No me preguntes porqué. Lo intuía. Te sabía acercándote de nuevo a mi vida.
Llegué con una amiga al restaurante, nos sentamos con otras compañeras y entonces una de ellas hizo el comentario de que habías venido a la comida.
Mi amiga me acompaño hasta la mesa donde estabas, sentado con los directivos de la empresa. Te levantaste en cuanto nos viste acercar, nos saludamos y besamos amigablemente y tu mano aferro mi hombro, podía sentir como tus dedos se clavaban en mi carne, como si no desearas perderme nunca más.
Tras los saludos de rigor y prometiéndonos vernos luego,nos dirigimos de nuevo a nuestros asientos.
Mi corazón palpitaba con fuerza durante toda la comida, fruto del nerviosismo por volver a verte y saber que esta vez algo podía suceder.
Ya no eras mi jefe, estabas en otra ciudad, y pensaba que había llegado el momento de dejar de actuar como una tímida niña asustada.
Tras la comida nos dirigimos al piso inferior donde una orquesta amenizaba la velada.
Y de nuevo te busque con mi mirada y pude verte allí de pie,en un extremo del salón, al lado de algunas de tus nuevas colaboradoras.
Me miraste sonriendo y me acerqué a ti.
Te pregunté si no bailabas y subiéndote un poco el bajo de tu pantalón me mostraste la venda que cubría tu tobillo. Tenías un esgüince, del que aún te estabas recuperando.
A partir de ese momento la magia nos invadió, apenas podía creer que me preguntarás si quería salir fuera, para hablar con tranquilidad, porque la música que tronaba a través de los altavoces no nos permitía entendernos bien.
Ambos nos mostrabamos felices y deseosos de contarnos nuestras cosas, tras tanto tiempo de separación.
Salí caminando delante de ti, sintiendo como tu mirada recorría mi cuerpo.
Cuando llegamos a la puerta de la calle elegí un lugar donde apoyarnos, en las inmediaciones del jardín que rodeaba el restaurante, y poder continuar conversando.
Llevábamos sendos vasos de bebida y brindamos por aquel reencuentro inesperado.
Hablamos de todo un poco, y la charla se fue convirtiendo en una confesión de íntimos pensamientos y sensaciones.
Me preguntaste si quería ir al cine por la noche, no recuerdo que película querías ver, yo te sugerí “Deep Impact”, siempre me han gustado las películas catastróficas y fantásticas.
Y fue entonces cuando tus labios se posaron en mis labios, y me besaste por primera vez, mientras un escalofrío recorría mi ser.
Después de aquel beso volví a tener uno de mis ataques de miedo y pánico, como cuando mi marido descubrió mi diario y se derrumbo llorando al saber que yo amaba a otro. En ese momento supe que no debía hacerlo, que no podía serle infiel.
Supongo que tu nunca entendiste porque me aleje de ti en aquellos días.
Ahora había pasado el tiempo, pero seguíamos casados. De nuevo me asaltaron los temores por el qué dirán, y quise escabullirme de aquella situación tanto tiempo deseada pero que temía porque sabía que no podía controlar mis sensaciones cuando estaba a tu lado.
Pero no fue necesario huir.
Nos descubrieron en nuestro pequeño escondite y se unieron a nosotros varías personas de la fiesta.
Tuvimos que seguir disimulando el resto de la tarde, dejando que nuestros ojos hablaran por nosotros, mientras hablabamos con el resto del grupo.
Insististe, sin que nadie pudiera oirte, antes de irme, en lo de ir al cine, pero con una absurda excusa denegué la invitación.
Era un veintidos de mayo, no volví a verte, aunque si hablamos después de aquello, alguna vez por teléfono y sigo preguntándome que hubiera sucedido aquella noche si hubiese sido capaz de ir contigo al cine.
Me diste otra oportunidad, en aquella cena de octubre a la que no acudí y ya no supe más de ti, dijiste que después del esfuerzo realizado para ir, tu decepción fue total al no encontrarme.Habías conducido trescientos kilómetros para nada.
Me contaron que te marchaste tras tomar café.
Núnca sabrás que renuncié a ir por miedo. Que me compré aquella tarde el video de "Titanic" y lloré durante toda la noche, sola en mi sofá, pensándote.
He vuelto a ir a alguna de esas comidas de mayo, pero perdí ya la ilusión de volverte a encontrar allí.
Y este año de nuevo el destino se confabula con mis sueños, y habrá una comida y fiesta el día veintidos.
No quiero hacerme ilusiones, aún no he decidido ir ¿Pero por que no creer en la magia?
Ahora soy libre y todo cuanto he aprendido en este tiempo, quizás es el camino que me ha conducido de nuevo a ti.
Porque sólo tu tienes la llave de mi futuro y puedes encerrar en el baúl del olvido todo lo que durante estos años he vivido, buscándote siempre en cada rostro, en cada voz…

3 comentarios:

Dariada dijo...

Aisss...me encantan tus relatos....

Elisabeta dijo...

dariada...gracias :D

tierragramas dijo...

y tal vez él llegue con otro rostro... Y lo desconozcas. Sea como sea, la magia la viviste y la hiciste tuya. Hasta el día de hoy.

Excelente

Saludos