miércoles, diciembre 14, 2005

Cada tarde (I)

Cada tarde voy a tu encuentro y empiezo a vivir.
Últimamente intento entrar pronto a la oficina. Madrugo más de lo habitual para luego poder salir pronto y reunirme antes contigo.
Llego al pequeño mesón, escenario de nuestras furtivas comidas, y mi corazón palpita con fuerza cuando distingue tu silueta a través del cristal, en nuestra mesa.
Me miras con ilusión mientras me acerco, me estás esperando y me siento feliz de verte allí sentado, esperándome. Te amo.
Te doy un beso en la mejilla antes de sentarme.
Entrelazamos las manos antes de que cualquier palabra asome de nuestros labios.
Nos preguntamos cómo fue la mañana, cómo fue el trabajo y no dejamos de mirarnos, felices de estar un día más unidos.
Llega la camarera y pregunta qué vamos a comer, aún no he mirado la carta y dejo que seas tú quien elija por mí.
Pienso en los meses que llevamos así, con esa doble vida, en la que no sentimos que engañamos a nadie, en la que arañamos minutos al tiempo para tener algo que compartir.
Vidas paralelas para no dañar a nadie, para no dañar a tu mujer, para no dañar a mi marido.
Vidas paralelas para que nuestros hijos no cambien de vida. Para que su pequeño universo no se vea alterado.
Somos una pareja todas las tardes. Hablamos de las pequeñas cosas de nuestro día a día. Hablamos de proyectos en común que sabemos que jamás podremos realizar. Planeamos algún viaje. Una pequeña escapada en la que poder soñar. Soñar en despertar juntos, desayunar. Pequeños gestos cotidianos de los que carecemos y que ansiamos compartir.
Lo peor son las vacaciones. Un maldito mes de vacaciones en el que no podemos vernos. Furtivamente alguna llamada, siempre con miedo a ser descubiertos por la pareja del otro. Monosílabos, besos y poco más.
Odio las vacaciones.
A veces nos permitimos soñar incluso con tener un hijo en común. Cuando tengo algún retraso tú acaricias mi vientre y suspiras con ese niño que nunca nacerá. Planeamos, soñamos, hasta que se acaba el retraso, y así pasan los meses, así pasan los días.
Nunca sabré porqué me enamore de tí. Nunca sabré porqué te enamoraste de mí.
Éramos dos imanes que un día se atrajeron entre sí con tal ímpetu, que nunca podremos ya separarnos.
Volver al romanticismo de los quince años. Sentir el corazón palpitar, sentir ilusión, dejar de vivir alienados, durante unas falsas horas, permitiéndonos sentirnos libres, permitiéndonos amar.
Los fines de semana pasan lentos sin saber de tí.
A veces has llorado por no poder darme más, por no poder tenerme más. Mi corazón se conmueve ante tu amor.
Nadie imaginaría que tú, tan recto, tan serio, albergas esos sentimientos tan sinceros y a la vez tan fantasiosos.
Nadie imaginaría que somos amantes.
Amantes furtivos, amantes soñadores que buscan siempre el momento de estar juntos, aunque sea por unos minutos.
Y soñamos con ese futuro que algún día nos permita compartir más momentos.
Y, mientras, seguimos exprimiendo minutos al tiempo, robando segundos al reloj, para nuestros encuentros.

No hay comentarios: