miércoles, diciembre 14, 2005

No mires atrás (II)

Apago ahora la luz de mi mesita tras leer un rato. No quiero leer más tu novela. No quiero seguir buscando en el personaje las huellas de su autor. Ahora leo algunas frases que me duelen. Debí haber pensado antes que quizás mucho del comportamiento del protagonista era tuyo, y tuve que haber estado preparada para esta hecatombe que tu me predecías en tu novela.
Me encantó tu novela.
- ¿Recuerdas? En nuestra primera cita me encuadernaste un ejemplar. Dijiste que había mucho de ti allí, que ahora que nos habíamos conocido deseabas que yo conociera tus pensamientos y sentimientos.
También bromeaste diciendo que lo malo no era tuyo, que eso era copiado de amigos o conocidos.
Cuando leí que el protagonista hablaba de la ilusión, que siempre le sucedía igual, sé enamoraba-ilusionaba muy rápido para luego dejar de sentir aquel entusiasmo; tuve que haber comprendido que tú eras así.
Pero quise pensar que tus sentimientos hacia mí eran sinceros..., y duraderos.
No puedo dormir, no dejo de dar vueltas en la cama.
Miro el reloj, cada vez más tarde. Mañana tendré ojeras. Quiero dejar de pensar en ti.
Pero... ¿Cómo conseguir olvidarte?
Siempre me digo que no voy a volver a llorar por ti. Pero siempre vuelvo a llorar.
A pensar. A echarte de menos.
El caso es que no puedo dejar de pensar en ti, no puedo. Si estoy en el sofá te recuerdo allí a mi lado, cenando, durmiendo, amándome, poseyéndome , acurrucandome en tí,...
Te imagino en el salón, en la silla escribiendo, entro a mi habitación y te recuerdo en la cama. Es horrible, no quiero estar así, no quiero quererte , no quiero sufrir.
No logro olvidar el día de la despedida.
Tus abrazos aquel día. Tus silencios. Tus besos.
Dijiste que me querías. Con voz muy queda.
Yo te pregunte: ¿qué?. Y entonces me dijiste que yo era fantástica. No volviste a pronunciar que me querías. Frenabas así tus sentimientos. Mi reacción. Mis palabras jamás dichas.
Es curioso, jamás te he dicho que te quiero.
Tú lo sabes de todos modos ¿o no?
O tal vez no lo sabes. Tal vez crees que has sido una aventura esporádica para mí. ¿Cómo decirte que has sido tan importante para mí? ¿Qué palabras emplear para hacerte llegar mi tristeza ahora que no estás? Solo se me ocurren dos: Te quiero. Te necesito.
Tú volverás a sonreír, saldrás con tus amigos. Pasearás. Irás al cine. Al teatro. No miraras atrás.
Supongo que he debido ayudarte a mejorar tu autoestima. Nuestros quince años de diferencia te deben haber alimentado mucho tu “ego”.
Te resultaba cómodo que yo estuviera aquí ¿verdad?
Un viaje o dos al mes. Unas cuantas caricias. Tus besos. Siempre decías que era muy cariñosa. Cielo, te adoraba, te quería. Deseaba darte en una tarde todos los mimos que no había podido en un mes.
He de dormir. Mañana he de ir a la oficina. Me arreglaré mucho. Entraré sonriente, resplandeciente. Nadie sabrá que mi corazón llora por las noches.
Nadie sabrá que por dentro me muero de pena. Que tu ausencia no la puedo soportar.
Que mis noches son para vivir del recuerdo de tu amor.
No mires atrás.
No debería hacerlo.
Debería dejar de pensar.
Pero esta noche volveré a fumar en el balcón, volveré a ver las montañas, sus picos redondeados perfilados en la noche.
Volveré a aplastar la colilla en alguna maceta.
No puedo sentir alegría por haberte perdido. Mirar atrás es mi único consuelo. Recordar que un día fui tuya y tu fuiste mío.
Tus ojos que me miraban inflamados de amor.
¡Tantas veces me has hecho sonreír¡
Pensar que yo no signifiqué nada en tu vida. Que a la nada me devolviste tras rescatarme durante unos meses de la vida gris.
Quedan muchos sueños sin cumplir.
Ese futuro que no conoceré a tu lado. Mi vida entera te pertenecía.
Tu no mires atrás.

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