miércoles, diciembre 14, 2005

Tic - Tac (III)

Sin embargo Frank parecía ajeno a todo aquel mar de sentimientos que ahogaba a Andrea en su propio amor y la alejaba cada vez más, deseando encontrar otras islas en el océano del tiempo. Él parecía complacido de la nueva conducta de Andrea. Ahora ya no tenía que regañar con ella, discutiendo por temas de trabajo o viajes.
Andrea se sentó en el sofá del salón, cogió su libro, buscó la marca de la página de su última lectura y siguió leyendo. No podía prestar atención a aquellas letras escritas. Pensaba que deberían de hablar sobre su incomunicación, sobre sus silencios. Y que debería de ser ella quien le confesara sus carencias, sus necesidades, ya que él no parecía darse cuenta de que el tiempo pasaba y cada vez estaban más distanciados.
Alzó su vista para hablarle, pero le vio de nuevo ensimismado como siempre, leyendo sus trabajos. Faltaban aún un par de horas para cenar y sentarse enfrente de Frank, quizás entonces sería mejor momento para hablar. Lo cierto es que le aterraba esa conversación pendiente con Frank. Temía que él terminara confesándola que no la amaba y por eso postergaba infinitamente aquella charla.
Intentó de nuevo concentrar su atención en la lectura del libro.
Frank, adormecido, alza su vista cuando Andrea se sienta en el sofá.
En su mente aún vaga el recuerdo de un breve sueño, en el que yacía con ella, en la cama. En sus labios un ligero, inexplicable e imposible sabor a miel que le hace evocar tiempos pasados. Frank recuerda de un modo fugaz aquel lejano viaje a La Habana. Sus brindis nocturnos con ron y los masajes con miel en la habitación del hotel.
Era su secreto e íntimo juego.
Piensa que Andrea está muy bonita con aquel vestido azul y que ya nunca hablaban sobre ellos. También piensa que ya había pasado demasiado tiempo desde aquella lejana noche que hicieron el amor, quizás luego en la cena le haría algún comentario, quizás…
Tic-Tac. El viejo reloj de cucú seguía marcando las horas inexorablemente.
Andrea pensó que faltaba menos para que llegara el día siguiente, y su hora de la siesta.
Tic- Tac.

3 comentarios:

@Intimä dijo...

Tic, tac cuando no deja de latir el reloj y el silencio marca las horas...
Besitos Elisabeta.

Solo en la Oscuridad dijo...

Elisabeta, es sumamente increible como tu forma narrativa hace que uno no solo empiece a leerlo sino se sumerja en el relato y llegue a ser un espectador de la historia...felicidades

José Miguel dijo...

Muy buenos tus relatos. ¿Acaso experiencias propias?

Suerte y gracias.