miércoles, diciembre 14, 2005

El crucero (IV)

Era vivir una mentira. Pero no había otra opción.
Yo era incapaz de sacar adelante a un niño sin la figura de un padre.
Ramiro no estaría a su lado.
La vida era así. Nos daba un regalo, un nexo de unión para siempre. Al mismo tiempo nos condenaba a la separación.
Nuestros encuentros fueron espaciándose. Mis visitas al ginecólogo, acompañándome mi marido, las compras de la canastilla, la gimnasia pre-parto. Los días pasaron rápidamente, a veces ni siquiera recordaba que el fruto de mi vientre no pertenecía a mi marido.
Por la noche en el sofá me acariciaba la barriguita, las primeras pataditas del bebé, mis mareos. Siempre estaba mi marido al lado.
--------------------------
Una tarde, mientras paseábamos, coincidimos con Ramiro y su mujer.
Él llevaba el carro de su recién nacido, su mujer llevaba a su hijo mayor de la mano.
Sonreían. Parecían felices. Eran felices.
Mi marido me abrazaba, me sentía pesada al caminar y me apoyaba en él.
Intercambiamos unas frases triviales de saludo.
Apenas nos miramos a los ojos Ramiro y yo.
De repente era un extraño, era un conocido del trabajo que nada tenía que ver con el bebé que llevaba en mí.
Cuando nos alejamos de ellos mi marido me dijo:
- Algún día pasearemos como ellos, con un carrito y un niño de la mano -
Sonreí imaginando.
Me imaginé así, feliz, sin complicaciones, con esos futuros niños que serian míos.
No quise ya pensar en todo lo que jamás tendría junto a Ramiro.
Era tiempo de olvidar aquel crucero en el que un día embarcamos.
Era tiempo de olvidar las olas que mecieron nuestro amor. Las tardes al sol.
Los días nublados.
La marea, la tempestad.
Era tiempo de seguir paseando por el camino del olvido.
El crucero de pasión había llegado a su puerto, era tiempo del adiós.

No hay comentarios: